Se dice que el miedo a hablar en público es el segundo miedo más intenso, después del miedo a la muerte. Ese miedo paraliza, limita, obstruye. Y como no estamos preparados para enfrentarnos a una audiencia, recurrimos a “tips” o clichés, haciendo que nuestra presentación se vea artificial y poco creíble.
A partir de un análisis minucioso de las estrategias de comunicación del participante, se comienza por “desaprender” las acciones que lo limitan, para luego “aprender” aquellas herramientas que le van a permitir lograr un mayor acercamiento al público, una mayor credibilidad y la consecución de los objetivos que se propone.
Se trabaja a partir de la estructura del discurso propiamente dicha, y se hace especial hincapié en el uso del lenguaje no verbal (ubicación en el espacio, estabilidad, desplazamientos, uso de las manos, uso del material de apoyo, mirada), buscando la mayor naturalidad posible. El resultado que se busca es una total armonía entre lo que se dice y cómo se dice.
Volver a ser nosotros mismos, ante cualquier público, es la mejor manera de decir verdad.